Las nuevas puertas: un proyecto necesario de gran significado

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Se cumple este año 2021 el VIII Centenario de la Catedral de Burgos, un templo conocido en todo el mundo por su significación artística y reconocido como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984. Entre las razones que justificaron esta declaración, se incluía la capacidad que había tenido este edificio para reunir de manera armónica en su conjunto distintos periodos y estilos, habiendo sido también capaz de atraer a destacadísimos artistas que, sin solución de continuidad, habían generado un todo que en su evidente diversidad muestra una clara sensación de unidad.

En efecto, la Catedral fue un auténtico crisol en que artistas nacionales e internacionales dieron lo mejor de sí desde el siglo XIII hasta finales del siglo XVIII, siendo cada una de sus aportaciones un magnífico exponente de las distintas formas de vivir la espiritualidad de cada época. Lenguajes plásticos diferentes se suman para dar lugar a un auténtico compendio de las artes de Occidente desde el Gótico hasta el final del Barroco.

No fueron buenos para el templo los últimos años del siglo XVIII, momento en que la basílica se vio mutilada en una de sus partes más singulares y significativas. En las portadas principales desapareció el magnífico conjunto estatuario dedicado a Santa María, labrado en el siglo XIII, que daba sentido iconográfico a la fachada, siendo reemplazado por una lineal, insípida e iconoclasta actuación neoclásica. Se cerraba, al filo de 1800, con esta no demasiado afortunada actuación, el gran ciclo artístico catedralicio. Desde esos momentos, y salvo las actuaciones restauradoras, la basílica no ha recibido ninguna aportación artística significativa.

¿Por qué una intervención artística en las puertas de la Catedral?

Siguiendo la tradición histórica del templo, se ha querido que el arte de nuestros días, el de comienzos del siglo XXI, tenga presencia en un templo que, como hemos dicho, cumple su VIII Centenario precisamente este año. Conmemorar con alguna aportación artística singular una efeméride de un edificio destacado por su valor histórico y patrimonial no es algo nuevo ni extemporáneo. Es más, viene siendo algo común en nuestro entorno cultural. Por no ser exhaustivos y citar aquí decenas de ejemplos, podemos traer a colación solo dos casos muy significativos: el de las magníficas puertas broncíneas, obra del reconocido escultor Giacomo Manzú, que con un lenguaje plástico contemporáneos se colocaron en el nártex de la basílica más importante de la Cristiandad, San Pedro del Vaticano. Y más recientemente, el VIII Centenario de la Catedral de Reims, Patrimonio de la Humanidad, celebrado en 2011, ha querido dejar su impronta en una de las basílicas góticas más importantes del mundo, con los espectaculares vitrales de Ibi Knoebel, uniéndose a otras intervenciones anteriores de la década de 1970 entre las que destacan las actuaciones de Marc Chagall.

Las actuales puertas que cierran el acceso principal al templo burgalés en su transformada fachada occidental son obras en madera realizadas en los momentos en que se produjo la antedicha intervención al filo de 1800. Más allá de su carácter funcional no pasan de tener un valor meramente artesanal. Por ello, este es uno de los puntos más apropiados para intentar dotar al edificio de una obra singular que, siendo fiel a su época, se integre estética e iconográficamente. En efecto, la actuación prevista tiene esos dos caracteres que permitirán mejorar estéticamente esta zona tan transformada, integrándose en el conjunto y reconstruyendo el mensaje iconográfico de la primitiva portada que desapareció con las esculturas pétreas del siglo XIII a raíz de las transformaciones neoclásicas.

El programa iconográfico mostrará en la puerta principal, la del perdón, la imagen del Padre, como representación de lo Absoluto, efigiado a través de un potente rostro. En la portada del evangelio, la figura de María, representada a través de una joven en la que se va a obrar el Misterio de la Encarnación a través del Espíritu reflejado a través de una bandada de pájaros. En la portada de la epístola, el fruto de la Encarnación, la imagen de Cristo a través de la figura de un Niño, ubicada en un jardín en el que se sitúa el Árbol de la Vida plantado y dando sus frutos en la tierra burgalesa.

Se es consciente de la responsabilidad de intervenir en un monumento como la Catedral de Burgos. Por ello, la actuación de colocación de las puertas responde a uno de los criterios exigidos en estos casos por las instituciones y órganos defensores del patrimonio y por los convenios y cartas internacionales: el de la reversibilidad, y el del respeto de la memoria diacrónica, documentando y conservando los artesanales batientes de madera de las puertas actuales.

La memoria de la generación que vive este VIII Centenario quedará así unida al templo tal y como quedó vinculado el recuerdo de aquellos hombres y mujeres que hace justamente un siglo, en 1921, coincidiendo con los 700 años de la Catedral, decidieron trasladar los errantes restos del Cid a la basílica, logrando con ello dar un nuevo impulso a este edificio a nivel nacional e internacional, como también lo pretende la colocación de las nuevas puertas broncíneas.

¿Qué aportan las nuevas puertas broncíneas?

Creemos que, en primer lugar, la colocación de estas puertas supone un enriquecimiento estético e iconográfico para un templo fosilizado artísticamente desde hace 200 años. Como en momentos anteriores, cuando los responsables de la basílica lograron tras muchos esfuerzos atraer a Burgos a los más destacados maestros españoles y extranjeros, salvando planteamientos localistas y teniendo una mirada universal que define al templo, en 2021 se ha logrado comprometer a una de las grandes personalidades del panorama artístico mundial: el pintor y escultor Antonio López.

Desde su colocación, los relieves de estas puertas dialogarán con las obras de múltiples maestros como aquellos que labraron la estatuaria de los siglos XIII y XIV, Gil y Diego de Siloe, Felipe Bigarny, Juan de Anchieta, los hermanos De la Haya, Juan Pascual de Mena, etc. que en distintos momentos supieron dar lo mejor de sí completando una cadena de aportaciones que recorre siglos de estilos diversos.

Estamos seguros de que pronto historiadores y críticos de arte se harán eco positivo de esta intervención, contemporánea pero integrada en el contexto del templo, con mensajes evidentes, pero también con otros sutiles, de enorme fuerza y calidad plástica. Sin duda, que en breve las guías incluirán como un atractivo más para la visita a la basílica burgalesa esta singular aportación con la que la Ciudad de Burgos quiere dejar memoria de su respeto y cariño a su principal signo de identidad y con la que quedará perpetuado el recuerdo de una generación, el de aquellos que hemos tenido la fortuna de vivir este VIII Centenario.

Es por todo ello que queremos, a través de este escrito, pedir la adhesión a este ilusionante proyecto de ciudad por el valor artístico, espiritual y económico que conlleva. Estamos convencidos de que las generaciones posteriores a la nuestra lo valorarán de manera altamente admirativa, como hoy nosotros valoramos cada una de las grandes aportaciones artísticas, distintas en sus estilos, pero unidas en una larga secuencia histórica, que han permitido que se haya conformado ese prodigio plural que es la Catedral de Burgos.

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